«New York New York»

Cuando un niño dibuja una ciudad, sin saberlo, dibuja Nueva York. Dibuja edificios alargados, que recortan la silueta de otros incluso más altos que se observan por atrás. El color negro con que los niños los pintan significa que el cristal es el material usado para  recubrirlos, como en Nueva York.

Y cuando se comienza a ver una película, o un capítulo de alguna serie, tienes un alto grado de porcentaje de que se haya rodado en Nueva York. Un cineasta ve esta ciudad peligrosa, romántica, rápida y el auténtico centro del mundo. Es esta ciudad lo más parecido a una mujer de belleza despampanante, a veces romántica, y a veces psicópata. Como diría cualquier neoyorquino, o tú dominas la ciudad, o la ciudad te domina a ti. Es todo un desafío para cualquier persona que llega a esta extraña ciudad aguantar el pulso de la soledad en un sitio en el que viven más de ocho millones de personas, un lugar en el cuál levantas la vista y no alcanzas a ver el final de lo urbanizado y el principio de lo rural.

Hay miles de ejemplos que nos podrían mostrar cómo Nueva York es tema de conversación de millones de personas en el mundo cada día, de como todos los focos de la actualidad deben pasar por esta ciudad en cada edición de telediario. Esta ciudad está también en la cabeza de muchísimas personas que como yo, sueñan de manera casi utópica con ella, esperando algún día poder bajar por la mañana a por pan, levantar la vista y observar cómo el Empire State se levanta de manera espectacular por encima de la terraza del edificio de enfrente.

Podría explicar, en la medida de lo posible, el por qué de que Nueva York despierte este tipo de sentimientos sobre las personas. Pero únicamente podría hacerlo desde el punto de vista de alguien que jamás ha pisado sus calles.

Caminar por la Quinta Avenida a las nueve de la mañana, mientras lees el New York Times y con un café humeante en la mano. Observar un sinfín de taxis amarillos que no dudan en pisar el freno a fondo en cuanto alguien levanta la mano, silba, y grita ¡taxi! desde la acera. Mientras, algún buen músico callejero canta la famosa canción de Frank Sinatra «New York, New York», intentando amortiguar el ruido de las cientos de sirenas que suenan simultáneamente atormentándote el tímpano, un sonido que pronto empezarás a odiar.

Entrarás en el Central Park, todo un remanso de paz en semejante urbe. Te cruzas con decenas de personas que salen a hacer deporte temprano, con muchísimos padres y madres que pasean con sus niños, y también con alguna que otra pareja que rememoran las más famosas escenas de amor de la película » My Sassy Girl».

My Sassy Girl , Central Park

Como en la imagen, puede ser habitual ver el parque nevado si te encuentras en Nueva York en invierno. Y es en invierno, y si estás caminando por el cruce de la séptima avenida con Broadway, Time Square, a día 31 de diciembre, donde podrás ver una de las imágenes por las cuáles muchas personas también sueñan. Es un momento mágico, rodeado de gente que pide deseos para un año nuevo en el que se espera que se vaya todo lo malo del año anterior y vengan otras muchas cosas buenas. Escenario de miles de besos de parejas afortunadísimas, y de un bullicio incesante. En miles de películas y series, como «Beso a medianoche», y «Cómo conocí a vuestra madre» hemos visto como las personas luchan por tener a alguien a quién besar cuando la cuenta atrás llegue a su fin, en esa tradición muy sana y romántica que en pocos sitios existe otra igual. Empezar el año besando en Time Square,  Nueva York.

Y qué decir del Puente de Brooklyn. Conecta el Borougth de Brooklyn con el de Manhattan, y además es símbolo de la ciudad, y de la tremenda expansión que sufrió en el siglo XIX. Quién pudiera atravesar sus más de mil ochocientos metros de ladrillo y piedra suspendido de cables de acero, emblema de la ingienería de finales de siglo XIX. Este puente batió todos los récords cuando se finalizó, pero desde entonces se han construido muchísimos puentes que le superan en todos los sentidos de la técnica. Pero no de la estética. El puente de Brooklyn es uno de los más bonitos del mundo, uno de los más románticos, y su silueta luminosa alumbrando el East River, con los rascacielos de Manhattan de fondo, es insuperable. Por él circulan millones de neoyorquinos que van a trabajar, y de turistas que están a punto de descubrir lo que el corazón de Nueva York les depara. Es una auténtica puerta al paraíso, o al infierno, según la persona y sus circunstancias.

Estos podrían ser los lugares más famosos de Nueva York, los que cualquier turista visitaría sin dudarlo al poner los pies en la ciudad. Pero todas las personas, cineastas, artistas y escritores que aman Nueva York dicen que simplemente con pasear por una de sus calles, vivir uno de sus muy ajetreados días, recorrer una línea de metro, y poner la NBC en la televisión es un regalo. Por que Nueva York no se visita, se vive.

Como dijeron los chicos de la ya mencionada serie «Cómo conocí a vuestra madre», » cualquier persona del mundo sentiría envidia de nosotros, por que estamos aquí y ahora , en Nueva York. ¿Y qué vamos a hacer, quedarnos aquí en casa, encerrados, mientras hay personas que estarían dispuestas a matar por poder salir hoy aquí? ¡Demonios, salgamos ahí afuera y comámonos Nueva York!

¿Si tu vida se acabara?

¿Si tu vida se acabara?

El doctor te dijo que tienes una rara enfermedad, que nadie conoce cómo tratarla y ni siquiera en qué consiste. Te dijo que te quedan unas tres semanas de vida. Y también te dijo que lo sentía.

Imagina, toda una vida esperando a que te pase algo especial, y después dicen que te mueres. Y piensas en qué puedes gastar tus tres semanas de vida, que te parecen insignificantes. Todo se vuelve gris y sientes envidia de todas las personas con las que te cruzan, simplemente por que tienen un futuro.

Pues sí, es una película: «Las últimas vacaciones». Y mientras la ves sientes la presión y la angustia de saber que el tiempo pasa, que posiblemente no vivamos como vive un hombre o una mujer, y sí como viviría un prototipo de ciudadano ejemplar y trabajador productivo.

Te angustias porque sabes que no estás aprovechando bien tu vida, y te queda poco tiempo… Pero ¡Pum! De repente te acuerdas que tú no eres el o la protagonista de la película. Que no te quedan 3 semanas de vida, y que aún puedes vivir.

Pero ya sabes… Vivir. Viajar, amar, saborear, extrañar, probar, aprender… Libertad.