París, cuna de la libertad

París es llamada por todos en la actualidad «la ciudad de la luz». Pero a pocos parece importarles el porqué, y la causa por la cual este sobrenombre es tan importante para definir y explicar el pasado y presente de esta gran urbe europea: la versión oficial es que se le llamó de esa manera cuando el monarca francés Luis XVI mandó iluminar con luz eléctrica los principales edificios de la ciudad en el siglo XVIII. Esto maravilló al resto del mundo y enseguida se le comenzó a llamar la «Ville lumière».

Pero ese nombre ha trascendido a la actualidad gracias también a otra realidad latente. París ha sido la cuna de la libertad, de la ciencia, del arte, de los derechos del hombre, de las revoluciones, y de la ilustración en definitiva. «Sapere Aude», Atrévete a pensar por ti mismo, era el principio máximo de la ilustración de Diderot, Rosseau o Descartes. «Liberté, egalité, fraternité» los de la nación francesa, orgullosa de su glorioso papel principal en la madurez del ser humano.

Francia y París fueron los primeros en levantarse contra los totalitarismos y la supresión social. Las calles parisinas vieron correr la sangre de aquellos que lucharon por la caída de la monarquía. También por la de los que lucharon contra las tropas nazis, que la ocuparon en su afán de dominar Europa, bajo el fuerte yugo del abominable y tenaz Adolf Hitler. Se trata París de una ciudad guerrera, que además de empuñar la pluma, también empuñó las armas, como demuestran en su himno nacional: La Marsellesa.

¡ A las armas, ciudadanos!
¡ Formad vuestros batallones!
Marchemos, marchemos,
Que una sangre impura
Empape nuestros surcos.

Y la cultura es también otro de los legados que nos han dejado aquellos que pasaron algunos años de su vida en la ciudad. Escritores, pintores, escultores, filósofos, cineastas… han dado a París un legado inigualable. París es protagonista absoluta del crecer humano, es una antorcha que ha guiado al resto del mundo hacia un mundo más igual y libre. Por sus calles pasearon Picasso, Dalí, Hemingway, Renoir, Monet, Van Gogh,  Wilde, Eiffel, de Gaulle, Víctor Hugo y muchos personajes que contribuyeron con su cultura y arte a Francia y al mundo.

Hay otro aspecto que es importantísimo remarcar sobre París. El romanticismo. Aquel que se huele en sus cafeterías, por sus calles, en sus parques, y a orillas del Sena. La película «Moulin Rouge» nos muestra el por qué de manera totalmente acertada. Con la llegada del siglo XX, se instauró en París un clima de nerviosismo y expectación palpable. Los parisinos sabían que ese siglo les traería un nuevo aire, que sería el siglo de la libertad y del amor. Por las calles se repetían los espectáculos de cabaret, los chicos creaban sus propios poemas para las chicas a las que amaban, y en los cafés era cada vez más normal ver chicas cantando, con ese estilo tan suyo, romántico y totalmente melodioso. A lo largo del siglo, todos los poetas y actores de teatro querían viajar a la urbe donde se había producido la revolución francesa,  y sobre todo, donde se había producido la Ilustración. Todos querían ir a París y dejar su granito de arena a esa gran historia cultural, además de estar más cerca de las celebridades más grandes de la época. Personas como Dalí, Hemingway y Picasso viajaron a la capital francesa y dejaron una indudable huella en el arte y literatura. Es este espíritu, el espíritu bohemio, el que ha sobrepasado las barreras del tiempo y ha llegado hasta nuestros días, haciendo de la ciudad de la luz el lugar más romántico del planeta, para pasear y perderte por sus calles sólo o cogido de la mano de alguien.

«New York New York»

Cuando un niño dibuja una ciudad, sin saberlo, dibuja Nueva York. Dibuja edificios alargados, que recortan la silueta de otros incluso más altos que se observan por atrás. El color negro con que los niños los pintan significa que el cristal es el material usado para  recubrirlos, como en Nueva York.

Y cuando se comienza a ver una película, o un capítulo de alguna serie, tienes un alto grado de porcentaje de que se haya rodado en Nueva York. Un cineasta ve esta ciudad peligrosa, romántica, rápida y el auténtico centro del mundo. Es esta ciudad lo más parecido a una mujer de belleza despampanante, a veces romántica, y a veces psicópata. Como diría cualquier neoyorquino, o tú dominas la ciudad, o la ciudad te domina a ti. Es todo un desafío para cualquier persona que llega a esta extraña ciudad aguantar el pulso de la soledad en un sitio en el que viven más de ocho millones de personas, un lugar en el cuál levantas la vista y no alcanzas a ver el final de lo urbanizado y el principio de lo rural.

Hay miles de ejemplos que nos podrían mostrar cómo Nueva York es tema de conversación de millones de personas en el mundo cada día, de como todos los focos de la actualidad deben pasar por esta ciudad en cada edición de telediario. Esta ciudad está también en la cabeza de muchísimas personas que como yo, sueñan de manera casi utópica con ella, esperando algún día poder bajar por la mañana a por pan, levantar la vista y observar cómo el Empire State se levanta de manera espectacular por encima de la terraza del edificio de enfrente.

Podría explicar, en la medida de lo posible, el por qué de que Nueva York despierte este tipo de sentimientos sobre las personas. Pero únicamente podría hacerlo desde el punto de vista de alguien que jamás ha pisado sus calles.

Caminar por la Quinta Avenida a las nueve de la mañana, mientras lees el New York Times y con un café humeante en la mano. Observar un sinfín de taxis amarillos que no dudan en pisar el freno a fondo en cuanto alguien levanta la mano, silba, y grita ¡taxi! desde la acera. Mientras, algún buen músico callejero canta la famosa canción de Frank Sinatra «New York, New York», intentando amortiguar el ruido de las cientos de sirenas que suenan simultáneamente atormentándote el tímpano, un sonido que pronto empezarás a odiar.

Entrarás en el Central Park, todo un remanso de paz en semejante urbe. Te cruzas con decenas de personas que salen a hacer deporte temprano, con muchísimos padres y madres que pasean con sus niños, y también con alguna que otra pareja que rememoran las más famosas escenas de amor de la película » My Sassy Girl».

My Sassy Girl , Central Park

Como en la imagen, puede ser habitual ver el parque nevado si te encuentras en Nueva York en invierno. Y es en invierno, y si estás caminando por el cruce de la séptima avenida con Broadway, Time Square, a día 31 de diciembre, donde podrás ver una de las imágenes por las cuáles muchas personas también sueñan. Es un momento mágico, rodeado de gente que pide deseos para un año nuevo en el que se espera que se vaya todo lo malo del año anterior y vengan otras muchas cosas buenas. Escenario de miles de besos de parejas afortunadísimas, y de un bullicio incesante. En miles de películas y series, como «Beso a medianoche», y «Cómo conocí a vuestra madre» hemos visto como las personas luchan por tener a alguien a quién besar cuando la cuenta atrás llegue a su fin, en esa tradición muy sana y romántica que en pocos sitios existe otra igual. Empezar el año besando en Time Square,  Nueva York.

Y qué decir del Puente de Brooklyn. Conecta el Borougth de Brooklyn con el de Manhattan, y además es símbolo de la ciudad, y de la tremenda expansión que sufrió en el siglo XIX. Quién pudiera atravesar sus más de mil ochocientos metros de ladrillo y piedra suspendido de cables de acero, emblema de la ingienería de finales de siglo XIX. Este puente batió todos los récords cuando se finalizó, pero desde entonces se han construido muchísimos puentes que le superan en todos los sentidos de la técnica. Pero no de la estética. El puente de Brooklyn es uno de los más bonitos del mundo, uno de los más románticos, y su silueta luminosa alumbrando el East River, con los rascacielos de Manhattan de fondo, es insuperable. Por él circulan millones de neoyorquinos que van a trabajar, y de turistas que están a punto de descubrir lo que el corazón de Nueva York les depara. Es una auténtica puerta al paraíso, o al infierno, según la persona y sus circunstancias.

Estos podrían ser los lugares más famosos de Nueva York, los que cualquier turista visitaría sin dudarlo al poner los pies en la ciudad. Pero todas las personas, cineastas, artistas y escritores que aman Nueva York dicen que simplemente con pasear por una de sus calles, vivir uno de sus muy ajetreados días, recorrer una línea de metro, y poner la NBC en la televisión es un regalo. Por que Nueva York no se visita, se vive.

Como dijeron los chicos de la ya mencionada serie «Cómo conocí a vuestra madre», » cualquier persona del mundo sentiría envidia de nosotros, por que estamos aquí y ahora , en Nueva York. ¿Y qué vamos a hacer, quedarnos aquí en casa, encerrados, mientras hay personas que estarían dispuestas a matar por poder salir hoy aquí? ¡Demonios, salgamos ahí afuera y comámonos Nueva York!